MATERIALES PARA UNA CRÍTICA DEL ZOO (VIII)


El zoo y la cría en cautividad

por Eduardo García Rodríguez

La presentación en sociedad, Reina incluida, de los “panditas” del Zoo-Aquarium de Madrid ha sido aprovechado para lanzar una nueva campaña de apología de la “cría en cautividad” de animales “salvajes”. No solo crían osos panda gigantes, también varanos, focas y cobras,… El zoo de Madrid ¡está que se sale!. Mientras esas “crías de panda gigante cada día iluminan las sonrisas de muchos niños”, otras “muchas de las crías se destinan a las exhibiciones que se hacen en el parque como la de los delfines y los leones marinos” ¿Qué sería del zoo sin esos “juguetones mamíferos”? Pero ¿los reptiles? “'Así se evita la importación de especies a Europa y sobre todo la captura ilegal' comenta uno de los responsables de el nacimiento de 17 cobras albinas y de varios varanos 'salvatori', el más largo de su especie, que son un hito en este zoo” ¡Ah, bueno! Eso demuestra, primero, que los zoos se siguen surtiendo con las capturas de especimenes en sus hábitats de origen, y, segundo, que los zoos han organizado su propio suministro gracias a la cría en cautividad, independientemente de que se trate de una especie amenazada o no.

Sin embargo, todo eso se enmascara en declaraciones como esta: “'No es agradable para un amante de los animales verlos en cautividad pero gracias a la cría en estas circunstancias se conservan muchas especies'”. Esta es la consigna oficial.

Sin embargo, hablando claro, la función última de la institución zoo sigue siendo la exhibición y puesta en escena del poder de “el hombre” sobre los animales: en el zoo, los animales están en poder del hombre. Un poder que es más que un poder de tener, de apropiación que se materializa en el encierro dentro de unos límites más o menos invisibles[1] y de los que los animales se obstinan en escapar…Es un poder que se manifiesta como querer: querer tener, querer para poder ver (poder autópsico), para poder saber… En este sentido la obra de G. Durrell (cazador ejemplar, divulgador literario y televisivo de éxito, propietario de un zoo modélico, imupulsor de una Fundación para la preservación de la fauna salvaje,….), la “zoomanía” que la sostiene, es particularmente clara e ilustrativa. Este poder reduce a los animales a la impotencia del objeto, objeto mercancía, pero también objeto de saber y también objeto de cuidados…, los cuidados debidos a todo ser dependiente, una especie de “Estado del Bienestar” animal. De ahí que a los que luchamos por el bienestar animal, el zoo nos plantee serios problemas. La institución zoo es la materialización paradigmática y en estado casi puro de la relación de la “humanidad” con la “animalidad” como relación marcada por la dominación de “el hombre” sobre los animales en la que estos figuran como simples objetos al servicio de aquel.

En su origen moderno, cuando el zoo era aun “menagerie”, “casa de fieras”, era ya un dispositivo escénico que daba a ver el poder soberano del Soberano En contra de lo que se suele afirmar, el modelo no es la “menagerie” de Schönbrunn fundada en 1752 por Francisco I en Viena, sino la Casa de Fieras de Versalles fundada bajo el poder de Luís XIV -¡el Rey Sol!- en 1662 y trasladada en 1793 al Jardin des Plantes, junto al Museo de Historia Natural de París. Momento clave en que, por una parte, toma el poder –también de los animales- un nuevo soberano: el “pueblo”, el “ciudadano”, el “hombre”, (ese hombre, justamente, sujeto de “los derechos del hombre”, derechos que excluyen a los animales…) que llegará a ser el “público” de los actuales zoos; momento en que, por otra parte, se culmina la toma del poder por parte de la institución científica (poder saber): si bien la Academia de la Ciencia estuvo ligada desde el principio a la “menagerie” de Versalles, el traslado revolucionario al Museo de Historia Natural va a permitir que a las “casas de fieras” se les pueda llamar Zoo-“lógicos” ( F. Bacon en “La nueva Atlantida” de 1613 ya sueña con un parque dedicado a la investigación-manipulación científica de todas las especies animales que deben estar allí encerradas)

La “cría en cautividad” es una función adjetiva que no altera en lo más mínimo la función antropozoológica esencial del zoo: poner en escena, evidenciar, la distancia infranqueable entre “el hombre” y “el animal”. La institución zoo instituye al animal humano como “hombre” (razón, libertad, conciencia, cultura, lenguaje,…) y a los animales como animales (desprovistos de todos los autoatributos humanos). Institución de unos límites, unas diferencias que fundamentan la soberanía del “hombre” sobre “el animal”. La “cría en cautividad” en los zoos es una forma concreta de ejercer ese poder de la “humanidad” por mediación de la tecnociencia zoo-lógica.

La “cría en cautividad” substituye en el discurso (más que en la práctica) al proveedor-cazador. Las leyes contra el tráfico de animales no impiden que la trata de animales continúe: los tratantes se guarecen bajo los “proyectos de cría en cautividad…de especies amenazadas”. Actualmente se llevan a cabo más de 70 programas en Europa para la cría en cautividad de especies amenazadas de los que los máximos responsables son los zoológicos como el de Madrid. Tales proyectos permiten proveer a los propios zoos; de lo que se trata es de la reproducción de la institución zoo. Esos animales nacen en cautividad y se educan en cautividad. De las crías de osos panda, por ejemplo, se nos informa que “no vivirán en la pradera de forma permanente sino que "saldrán a ratos, según la climatología y la disponibilidad". De momento, no saben si esos ratos serán largos o cortos, "depende de cómo se adapten y se comporten, de si se cansan mucho"... enumera con mimo Del Claux. Ni siquiera salen por su propia zarpa, "se los saca a mano". La instalación ha sido "modificada" para adaptarla a su tamaño, torpeza y curiosidad. Además de reducir sus dimensiones de 500 a 250 metros para que "no se pierdan", se han vaciado los fosos de agua y, lo más importante "se les ha cortado el acceso a los árboles más altos". El mayor peligro al que se enfrentan es que trepan como gatos y luego "no saben bajar", por lo que de momento la altura máxima a la que podrán subir es de dos metros y medio.

Por el momento, estarán ellos solos en la instalación y acompañados por un cuidador. Habrá que esperar hasta que tengan 10 meses para unir a los pequeños con su madre, que vive en su propia pradera independiente y a la que ahora ven de uno en uno dos veces al día para mamar. El motivo es que deben ser "más ágiles y autónomos" y aprender a "trepar bien". "Con la madre dentro no podríamos entrar a rescatarlos si no logran bajar", indica la conservadora”

¿Alguien cree que animales así criados puedan ser reinsertados con éxito en su medio natural, cuando apenas hay seguridad de que tengan una larga y sana vida en cautividad?

Por lo demás, si la exhibición zoo-lógica del animal salvaje siempre tiene un aire de “después de la batalla”, el momento subsiguiente a un duelo, el enfrentamiento durante la caza y captura (una vez más Durrell es instructivo), que acaba siempre con la derrota del animal, del salvaje, siempre menos inteligente que el cazador, la cría en cautividad adopta tonos épicos: “Una odisea para concebir al segundo 'Chu-Lin'” titulaba El País la noticia del “feliz alumbramiento” de la osa panda el 08/09/2010. La odisea del saber. La Iliada queda sustituida por la Odisea: ya no se trata de una violencia física ejercida sobre los animales en su caza, captura y posterior encierro. Todo eso queda eufemísticamente oculto tras una experiencia de descubrimiento, de saber…

Si ya no se capturan animales como en la buena época de las “casas de fieras”(o se capturan menos y esas capturas son ilegales y los capturadotes delincuentes…) es porque se reproduce a los animales en cautividad. De esta forma se han formado unas poblaciones zoologizadas cuyos individuos los zoos se intercambian en una nueva forma de trata de animales. Al tratamiento y cuidado tradicional de las poblaciones animales zoológicamente mantenidas se ha añadido el manejo reproductor, con lo que eso tiene, en sustitución de sus “madres”, de extender la procuración de cuidados a las crías, lo que, a su vez, proporciona múltiples posibilidades de explotación comercial de cara en particular al infantilizado mercado infantil (esas “pequeñas crías de panda gigante que cada día iluminan las sonrisas de muchos niños…”).

De esta forma la institución zoo se asegura su propia reproducción: encuentra una poderosa justificación “moral”, una magnífica fuente de ingresos y, sobre todo, una población de animales que exhibir y mantener bajo el poder de “el hombre”.

P.S. De lo que se trata aquí es de la “cría en cautividad” en y para los zoos. Las otras formas de “cría en cautividad” requieren un tratamiento diferente que aquí no se aborda. He tomado como guía teórica el libro de Jacques Derrida “Seminario La Bestia y el Soberano” Vol.I (2001-02) Editorial Manantial. Buenos Aires. 2010. De él proceden también muchos datos sobre la historia de la institución zoo. La imagen procede de El País digital.


[1] Carl Hagenbeck, hijo de uno de los más importantes tratantes de animales para zoos y circos, autor de una autobiografía titulada oportunamente “Von Tiere und Menschen” (“Sobre animales y hombres”), fundó en 1866 el zoológico de Hamburgo que lleva su nombre. Este zoo es famoso por la novedosa forma, según proyecto del arquitecto Urs Eggenschwyler, de diseñar los límites tras los cuales se custodiaban los animales allí encerrados: se trataba de que fueran lo mas invisibles posible, debía darse una apariencia de libertad. ¿Metáfora de la sociedad liberal?

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