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El “e-Zoo” en la campaña de las municipales

Desde hace algún tiempo se viene hablando, en algunos sectores animalistas, de la idea de un “zoológico virtual”. Esta idea se ha concretado en forma de proyecto para la ciudad de Barcelona, con la denominación de “e-Zoo” El proyecto viene avalado y defendido por Leonardo Anselmi, de la organización Libera! http://vimeo.com/23646222

Su espectacular lanzamiento se ha hecho coincidir con la noticia de que Jordi Portabella, aspirante a la alcaldía por la coalición Unitat per Barcelona (UxB), ha hecho suyo el proyecto incluyéndolo en su programa electoral[1], tal vez a cambio del apoyo explícito a su candidatura manifestado por Anselmi[2].

No hay duda que el movimiento animalista está de enhorabuena por este proyecto y sobre todo porque sea una vez más Barcelona quién indique el camino a seguir. La propuesta es de una enorme importancia y está llamada a tener consecuencias significativas en el debate sobre el futuro de los “parques zoológicos”.

Las expectativas para el ámbito educativo son de gran calado. Como expone el propio Anselmi: en los actuales zoos “te encuentras un cartel en el que dice que son animales herbívoros, que comen durante 80% del tiempo que están despiertos, que viven en grupos de 50 a 70 individuos, y que caminan 30 kilómetros al día. A pocos metros de ti te encuentras con un elefante solo, sin comida y recluido en un espacio de tan sólo 600 metros cuadrados. .. Más bien poco Imagínate un zoo diferente, virtual, con una pantalla circular la que proyecta imágenes en 360 grados. En el espacio virtual de los elefantes decenas de ellos (de tamaño natural) caminan a tu lado. Te acercas y tocas. El sistema interactivo despliega un menú en el que, por ejemplo, tú puedes elegir "sistema digestivo" y acto seguido el elefante se vuelve transparente y ves como digiere una manzana desde el momento que lo coge con su trompa hasta que el expulsa. Además, si te gusta o necesitas esta información, el sistema le enviará a tu e-mail personal, o bien la podrás descargar en USB a la salida del zoo o bien ya la tendrás añadida a tu espacio de la red social eZOO, a la que tienes derecho a formar parte de forma gratuita pagando una entrada al zoo[3]

Pero el esperanzador y merecido apoyo que el bien articulado proyecto está suscitando en el movimiento animalista y más particularmente en el ámbito de la educación animalista, no está libre de ciertos temores. Debemos estar alerta[4] , en efecto.

Nos llaman poderosamente la atención las palabras de Portabella prometiendo mantener, aunque reconvertido, el actual zoo “real” (“su” zoo, pues no olvidemos que Portabella fue antaño su director…): “el 'e-zoo' no pretende sustituir el actual parque zoológico de Barcelona, sino que el nuevo serviría para poder apreciar reproducciones fidedignas de animales exóticos en su ecosistema propio mientras que el zoo actual existente debería evolucionar y centrarse en las especies autóctonas, 70 de las cuales están en peligro de extinción[5] Nos preguntamos si esas especies “autóctonas” (¿?), por el hecho de vivir en las proximidades de un zoo han incurrido en algún delito para que sigan siendo capturadas, encerradas y exhibidas. Quizás detrás de esa propuesta de Portabella se encuentre el pragmatismo político, el temor a perder votos si se habla claramente de cerrar el actual zoo de Barcelona.

Pero las declaraciones de Anselmi tampoco están exentas de cierta ambigüedad, pragmatismo y sano realismo. Habla de sustitución paulatina de animales reales por virtuales, proponiendo “cambiar los animales que se mueren por lo que llamaríamos "jaulas virtuales", y que sus recintos actuales no se utilicen para poner otros animales. Es una reconversión poco a poco.[6]. Pero hace también un llamamiento al realismo: “La mayoría de las personas que se oponen a los zoos lo hacen por razones éticas, de compasión, de empatía con los animales. Y todos están de acuerdo en el eslogan “los zoos deben cerrar”. Bien, nosotros también estamos de acuerdo, pero la pregunta es cómo cerrar un zoo sin ocasionar padecimientos a los animales y pérdidas económicas y de ocupación...Los eslóganes son muy motivadores, pero no son suficientes para cambiar las cosas. Para crear el cambio se ha de saber qué problemas te encontrarás[7]

Y ciertamente no es fácil cerrar un zoo: ni de un día para otro, ni poco a poco. Nos llama la atención que Anselmi entre, llevado por un sano realismo, en cálculos económicos: los zoos no pueden “cerrar poco a poco, porque…cuando comienza a disminuir su colección de animales, el público cae en picado y comienza una espiral económica en caída, una sinergia entre menos animales, menos dinero, menos dinero peor situación de los animales…” Sin duda Anselmi sabe de lo habla y cualquiera que esté al tanto del tema comprenderá sus temores. Pero esa problemática está presente con y sin “e-Zoo”. Desde luego que las reservas y refugios actualmente existentes son insuficientes. La alternativa de reconvertir el zoo en “centros de recuperación de especies amenazadas” (cría en cautividad y reintroducción en el hábitat) es cerrar el zoo como tal, es decir como colección de animales cautivos para ser exhibidos.

Antes de que esto llegue a mayores y la euforia nos impida ver los problemas en su justa dimensión, es necesario reflexionar seriamente sobre el peligro real: que el “e-Zoo”, la “revolucionaria evolución” que propone, se convierta en una ampliación más del ya repleto mercado de espectáculos cientifistas y no en una alternativa de las actuales ofertas de animales cautivos.

No sería la primera vez que una propuesta revolucionaria de un movimiento social alternativo sea recuperado ad majoren gloria del sistema. Que no tengamos que clamar pasado unos años: “Companys, no és això”

MATERIALES PARA UNA CRÍTICA DEL ZOO (VIII)


El zoo y la cría en cautividad

por Eduardo García Rodríguez

La presentación en sociedad, Reina incluida, de los “panditas” del Zoo-Aquarium de Madrid ha sido aprovechado para lanzar una nueva campaña de apología de la “cría en cautividad” de animales “salvajes”. No solo crían osos panda gigantes, también varanos, focas y cobras,… El zoo de Madrid ¡está que se sale!. Mientras esas “crías de panda gigante cada día iluminan las sonrisas de muchos niños”, otras “muchas de las crías se destinan a las exhibiciones que se hacen en el parque como la de los delfines y los leones marinos” ¿Qué sería del zoo sin esos “juguetones mamíferos”? Pero ¿los reptiles? “'Así se evita la importación de especies a Europa y sobre todo la captura ilegal' comenta uno de los responsables de el nacimiento de 17 cobras albinas y de varios varanos 'salvatori', el más largo de su especie, que son un hito en este zoo” ¡Ah, bueno! Eso demuestra, primero, que los zoos se siguen surtiendo con las capturas de especimenes en sus hábitats de origen, y, segundo, que los zoos han organizado su propio suministro gracias a la cría en cautividad, independientemente de que se trate de una especie amenazada o no.

Sin embargo, todo eso se enmascara en declaraciones como esta: “'No es agradable para un amante de los animales verlos en cautividad pero gracias a la cría en estas circunstancias se conservan muchas especies'”. Esta es la consigna oficial.

Sin embargo, hablando claro, la función última de la institución zoo sigue siendo la exhibición y puesta en escena del poder de “el hombre” sobre los animales: en el zoo, los animales están en poder del hombre. Un poder que es más que un poder de tener, de apropiación que se materializa en el encierro dentro de unos límites más o menos invisibles[1] y de los que los animales se obstinan en escapar…Es un poder que se manifiesta como querer: querer tener, querer para poder ver (poder autópsico), para poder saber… En este sentido la obra de G. Durrell (cazador ejemplar, divulgador literario y televisivo de éxito, propietario de un zoo modélico, imupulsor de una Fundación para la preservación de la fauna salvaje,….), la “zoomanía” que la sostiene, es particularmente clara e ilustrativa. Este poder reduce a los animales a la impotencia del objeto, objeto mercancía, pero también objeto de saber y también objeto de cuidados…, los cuidados debidos a todo ser dependiente, una especie de “Estado del Bienestar” animal. De ahí que a los que luchamos por el bienestar animal, el zoo nos plantee serios problemas. La institución zoo es la materialización paradigmática y en estado casi puro de la relación de la “humanidad” con la “animalidad” como relación marcada por la dominación de “el hombre” sobre los animales en la que estos figuran como simples objetos al servicio de aquel.

En su origen moderno, cuando el zoo era aun “menagerie”, “casa de fieras”, era ya un dispositivo escénico que daba a ver el poder soberano del Soberano En contra de lo que se suele afirmar, el modelo no es la “menagerie” de Schönbrunn fundada en 1752 por Francisco I en Viena, sino la Casa de Fieras de Versalles fundada bajo el poder de Luís XIV -¡el Rey Sol!- en 1662 y trasladada en 1793 al Jardin des Plantes, junto al Museo de Historia Natural de París. Momento clave en que, por una parte, toma el poder –también de los animales- un nuevo soberano: el “pueblo”, el “ciudadano”, el “hombre”, (ese hombre, justamente, sujeto de “los derechos del hombre”, derechos que excluyen a los animales…) que llegará a ser el “público” de los actuales zoos; momento en que, por otra parte, se culmina la toma del poder por parte de la institución científica (poder saber): si bien la Academia de la Ciencia estuvo ligada desde el principio a la “menagerie” de Versalles, el traslado revolucionario al Museo de Historia Natural va a permitir que a las “casas de fieras” se les pueda llamar Zoo-“lógicos” ( F. Bacon en “La nueva Atlantida” de 1613 ya sueña con un parque dedicado a la investigación-manipulación científica de todas las especies animales que deben estar allí encerradas)

La “cría en cautividad” es una función adjetiva que no altera en lo más mínimo la función antropozoológica esencial del zoo: poner en escena, evidenciar, la distancia infranqueable entre “el hombre” y “el animal”. La institución zoo instituye al animal humano como “hombre” (razón, libertad, conciencia, cultura, lenguaje,…) y a los animales como animales (desprovistos de todos los autoatributos humanos). Institución de unos límites, unas diferencias que fundamentan la soberanía del “hombre” sobre “el animal”. La “cría en cautividad” en los zoos es una forma concreta de ejercer ese poder de la “humanidad” por mediación de la tecnociencia zoo-lógica.

La “cría en cautividad” substituye en el discurso (más que en la práctica) al proveedor-cazador. Las leyes contra el tráfico de animales no impiden que la trata de animales continúe: los tratantes se guarecen bajo los “proyectos de cría en cautividad…de especies amenazadas”. Actualmente se llevan a cabo más de 70 programas en Europa para la cría en cautividad de especies amenazadas de los que los máximos responsables son los zoológicos como el de Madrid. Tales proyectos permiten proveer a los propios zoos; de lo que se trata es de la reproducción de la institución zoo. Esos animales nacen en cautividad y se educan en cautividad. De las crías de osos panda, por ejemplo, se nos informa que “no vivirán en la pradera de forma permanente sino que "saldrán a ratos, según la climatología y la disponibilidad". De momento, no saben si esos ratos serán largos o cortos, "depende de cómo se adapten y se comporten, de si se cansan mucho"... enumera con mimo Del Claux. Ni siquiera salen por su propia zarpa, "se los saca a mano". La instalación ha sido "modificada" para adaptarla a su tamaño, torpeza y curiosidad. Además de reducir sus dimensiones de 500 a 250 metros para que "no se pierdan", se han vaciado los fosos de agua y, lo más importante "se les ha cortado el acceso a los árboles más altos". El mayor peligro al que se enfrentan es que trepan como gatos y luego "no saben bajar", por lo que de momento la altura máxima a la que podrán subir es de dos metros y medio.

Por el momento, estarán ellos solos en la instalación y acompañados por un cuidador. Habrá que esperar hasta que tengan 10 meses para unir a los pequeños con su madre, que vive en su propia pradera independiente y a la que ahora ven de uno en uno dos veces al día para mamar. El motivo es que deben ser "más ágiles y autónomos" y aprender a "trepar bien". "Con la madre dentro no podríamos entrar a rescatarlos si no logran bajar", indica la conservadora”

¿Alguien cree que animales así criados puedan ser reinsertados con éxito en su medio natural, cuando apenas hay seguridad de que tengan una larga y sana vida en cautividad?

Por lo demás, si la exhibición zoo-lógica del animal salvaje siempre tiene un aire de “después de la batalla”, el momento subsiguiente a un duelo, el enfrentamiento durante la caza y captura (una vez más Durrell es instructivo), que acaba siempre con la derrota del animal, del salvaje, siempre menos inteligente que el cazador, la cría en cautividad adopta tonos épicos: “Una odisea para concebir al segundo 'Chu-Lin'” titulaba El País la noticia del “feliz alumbramiento” de la osa panda el 08/09/2010. La odisea del saber. La Iliada queda sustituida por la Odisea: ya no se trata de una violencia física ejercida sobre los animales en su caza, captura y posterior encierro. Todo eso queda eufemísticamente oculto tras una experiencia de descubrimiento, de saber…

Si ya no se capturan animales como en la buena época de las “casas de fieras”(o se capturan menos y esas capturas son ilegales y los capturadotes delincuentes…) es porque se reproduce a los animales en cautividad. De esta forma se han formado unas poblaciones zoologizadas cuyos individuos los zoos se intercambian en una nueva forma de trata de animales. Al tratamiento y cuidado tradicional de las poblaciones animales zoológicamente mantenidas se ha añadido el manejo reproductor, con lo que eso tiene, en sustitución de sus “madres”, de extender la procuración de cuidados a las crías, lo que, a su vez, proporciona múltiples posibilidades de explotación comercial de cara en particular al infantilizado mercado infantil (esas “pequeñas crías de panda gigante que cada día iluminan las sonrisas de muchos niños…”).

De esta forma la institución zoo se asegura su propia reproducción: encuentra una poderosa justificación “moral”, una magnífica fuente de ingresos y, sobre todo, una población de animales que exhibir y mantener bajo el poder de “el hombre”.

P.S. De lo que se trata aquí es de la “cría en cautividad” en y para los zoos. Las otras formas de “cría en cautividad” requieren un tratamiento diferente que aquí no se aborda. He tomado como guía teórica el libro de Jacques Derrida “Seminario La Bestia y el Soberano” Vol.I (2001-02) Editorial Manantial. Buenos Aires. 2010. De él proceden también muchos datos sobre la historia de la institución zoo. La imagen procede de El País digital.


[1] Carl Hagenbeck, hijo de uno de los más importantes tratantes de animales para zoos y circos, autor de una autobiografía titulada oportunamente “Von Tiere und Menschen” (“Sobre animales y hombres”), fundó en 1866 el zoológico de Hamburgo que lleva su nombre. Este zoo es famoso por la novedosa forma, según proyecto del arquitecto Urs Eggenschwyler, de diseñar los límites tras los cuales se custodiaban los animales allí encerrados: se trataba de que fueran lo mas invisibles posible, debía darse una apariencia de libertad. ¿Metáfora de la sociedad liberal?

LOS NIÑOS Y LAS CORRIDAS DE TOROS

Hace más de 10 años, en respuesta a múltiples demandas de defensores de los animales y/o de la infancia(1.848 quejas en total, de ellas 1.473 procedentes de asociaciones españolas), el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid encargó una serie de estudios a sociólogos y psicólogos con el objetivo de evaluar el impacto de la asistencia a corridas de toros (o la visión de sus retransmisiones televisivas) causaba en los menores. El informe final[1] fue realizado por un Psicólogo Clínico de la Universidad del País Vasco, E. Echeburua. Sus tibias conclusiones difieren mucho de las expuestas por el trabajo francés que acaba de ser difundido[2] Entre los trabajos de campo realizados hay uno especialmente interesante realizado por Amalio Blanco y Alberto Becerra, Psicólogos Sociales de la Universidad Autónoma de Madrid. En este trabajo, mediante el análisis de contenido de 344 redacciones realizadas por niños de entre 8 y 14 años a partir de cuestiones abiertas, se intentó conocer las representaciones sociales de las corridas de toros en la infancia.

Según el estudio, los niños son tolerantes con las personas que gustan de ir a las corridas de toros, aunque a ellos no les guste; y en general, las familias no suelen tener una afición muy grande por la fiesta, aunque a veces van a la plaza o ven las retransmisiones por televisión.

Sin embargo, a mi juicio el punto más importante que destaca -también- el estudio, es la relación que establecen los niños entre muerte, sufrimiento y diversión, que a juicio del estudio:

"conforman una estructura que se repite una y otra vez en el discurso bajo un argumento muy común: no resulta lícito que haya gente a la que le gusta divertirse haciendo sufrir hasta la muerte a un animal." (P. 234)

En las conclusiones, se enfatiza la tendencia a reflejar opiniones negativas hacia la fiesta de parte de los escolares, con argumentos como la muerte, el sufrimiento, la diversión y la sangre, de las que se derivan posturas tajantes y decididas a no apoyar la fiesta. Se critica también el hecho de que las personas lucren con la tortura de un animal, y se apoyan estas posturas con escritos muy decidores:

"He estado en una plaza de toros. Huele mal, tiene gradas muy altas, está muy sucio, no me gusta porque matan al toro" (Niña de 10 años). "Creo que no deberían verla los niños porque aprenden a maltratar a los toros y ellos no les han hecho nada". (Niño de 12 años). "Opino que es un espectáculo sangriento donde se hace sufrir a un animal tan bello como el toro para lucimiento de una persona llamada torero" (Niño, 12 años). "Las corridas de toros no me parecen divertidas porque además de matar al toro se divierten matándole" (Niña de 10 años). "Mi opinión sobre las corridas de toros es que son un atentado hacia el derecho a la vida de un animal. Hay gente que dice que gracias a las corridas de toros sobreviven los toros bravos, pero yo pienso que es irónico decir que sobreviven si nacen para ser matados. También dicen y catalogan la tauromaquia como un arte, pero yo me pregunto, ¿es un arte torturar? ¿es un arte matar?" (Niño de 14 años).

La lucidez de quienes en 1999 tenían esas edades es ejemplar. Estos niños y niñas tienen hoy entre 20 y 25 años. Todo esto nos lleva a explicar lo que muestran múltiples encuestas: las corridas han perdido todo el sentido que algún día pudieron tener en este extraño país que es España…

Si se mantienen contra viento y marea es por la voluntad de una minoría anclada en el pasado.

Entre las estrategias de esa inmensa minoría está acosar a los menores y hacerles objeto de manipulación. El negarnos a secundar esta estrategia y denunciar este acoso de que son objeto los menores y jóvenes debe ser un objetivo prioritario de la lucha antitaurina y una responsabilidad en particular de los enseñantes y educadores.

El efecto psicológico de las corridas de toros sobre los menores.


“Si todas las diversiones extraordinarias causan a los niños gran placer, no son, ciertamente, las corridas de toros las que ocupan el último lugar. Pero para que resulte diversión ordenada y agradable digna de figurar en los concursos de juegos, es preciso organizarla de antemano con toda precisión”.

Así comienza el capítulo correspondiente a las “corridas de toros” del libro “Juegos de niños en las escuelas y colegios”, escrito por P. Santos Hernández y editado por Saturnino Calleja en 1876. En él se explica a los maestros como montar una corrida de toros para que ¡¡¡ jueguen y aprendan!!!. Es una joya bibliofílica pero por desgracia, a juzgar por lo que ocurre en muchos centros de enseñanza, no parece haber pasado más de un siglo desde entonces.

Ver, por ejemplo, Corrida de Toros para niños en el Barrio de San Francisco de Mislata

Peor aun: todavía muchos centros de enseñanzas abren sus puertas a toreros para enseñar a los más jóvenes actos de violencia gratuita contra un animal noble como el toro. Nuestros niños y jóvenes siguen estando expuestos al aprendizaje del maltrato animal. Ver: Cómo hacer niños crueles - Moraleja, Cáceres: torero imparte charlas a los alumnos de 4 y 5 años, todos ellos con monteras de cartón

Hace ya más de una década, el Defensor del Menor de la Comunidad Autónoma de Madrid, ante las múltiples denuncias recibidas, encargó una serie de trabajos sobre las repercusiones psicosociales de la asistencia a las corridas o su seguimiento mediante transmisiones televisivas. El “informe final” ofrecía unas conclusiones que alertaban de los efectos que tales prácticas podrían tener. No obstante eran de una tibieza ofensiva, en algunos casos en abierta contradicción con las conclusiones de los trabajos de campo sobre diferentes aspectos concretos.

Muy distinta es la conclusión a que ha llegado Joël Lequesne, psicologo clínico que, en colaboración con Jean Paul Richier, especialista en psiquiatría y médico interino en un hospital, ha estudiado el tema. EL PROCEDIMIENTO DE LA CORRIDA: EL PUNTO DE VISTA DE UN PSICÓLOGO DE LA EDUCACIÓN El documento ha sido traducido al español por la plataforma abolicionista Galicia, Mellor Sen Touradas y CAS International. (Ver documento completo)

El primer punto del estudio psiquiátrico y psicológico incide en el posible trauma que puede sufrir el niño al presenciar la violencia de un humano sobre un animal. No todos los niños desarrollarán un trauma por este espectáculo, pero pueden acabar reprimiendo un sentimiento de compasión hacia los animales por fidelidad a los padres o, por el contrario, puede que se distancie del entorno familiar que lo lleva a estos eventos.

Por otro lado, el menor ve una contradicción entre la educación dada por los padres, que censuran la violencia, y el ejercicio del torero sobre el toro, que es una violencia gratuita pero justificable. La debilitación del sentido de la moral destaca porque el niño cambia el rol de víctima del animal –que está en la plaza en contra de su voluntad– por la de rival, y el niño descubre una zona de “no-ley” en la que se justifican hechos condenables en cualquier otro contexto.

Esto puede llevar a no confiar en las enseñanzas de los padres y a no entender el límite de los impulsos o el deseo sobre las reglas de la sociedad.

En lo referente a los animales, Lequesne y Richier califican de “perturbación del sentido de los valores” la contradicción que existe entre el ejercicio de desarrollar la empatía con los demás y el experimentar la muerte del toro sin sentirla. ¿Por qué sentir empatía por los demás seres vivos y no por los toros?

Los investigadores destacan el hecho de que prácticamente todos los ciudadanos están de acuerdo en la hipótesis de que la violencia genera violencia, y más cuando las escenas de violencia son en vivo y en directo. Por eso, el informe incide en que la exposición de los niños y niñas a estos espectáculos representa un riesgo en su formación como ciudadanos. Más aún cuando una de las profesiones que más se elige para ser de mayor –independientemente del sexo– es la de veterinario, atestiguando así que los menores se ponen “de parte de la víctima y no del verdugo.”

Fuente:

http://animanaturalis.org/n/11615/las_corridas_de_toros_tienen_efectos_negativos_en_la_salud_mental_de_los_menores

MATERIALES PARA UNA CRÍTICA DEL ZOO (VI)

GERALD DURRELL Y LA RANA PELUDA. (continuación)

“Los sabuesos de Bafut” es el segundo de la larga lista de libros en que Gerald Durrell relató sus expediciones a la caza y captura de animales con destino a diferentes zoológicos ingleses, incluido, a partir de 1960, el fundado por él mismos en la Isla de Jersey.

Las ganancias obtenidas de las expediciones (ingresos por la venta de los animales capturados y por los relatos que publicaba), tenían como objetivo realizar un sueño infantil: tener su propia colección de animales, SU PROPIO ZOO. Lo haría realidad en 1958 fundando lo que sería un parque zoológico referente mundial del nuevo tipo de zoo que, sin dejar de ser la exhibición pública de una colección de animales mantenida fuera del entorno natural de los especimenes, enarboló la bandera de la conservación de la biodiversidad.

Pero volvamos al joven Durrell. La obra que nos ocupa es en cierta forma la continuación de “El Arca sobrecargada”, dedicada también a su primera expedición al Camerún británico. Corre el año 1947 y Gerry tiene 22 años. El cazador saborea el éxito de la cacería nocturna contemplando satisfecho a una de “sus” ranas peludas atrapada en un tarro de mermelada y viva…todavía.

En los libros de Durrell abundan escenas similares. Como ésta con un poto dorado del Camerún (Arctocebus calabarensis): Daniel y el cazador se estrecharon la mano mientras yo desataba la aber­tura de la cesta y miraba dentro…allí, mirándome con sus grandes ojos dorados y parpa­deantes desde el fondo de la cesta, ¡había un poto dorado! Hay ciertos momentos de la vida que deberían disfru­tarse al máximo, porque, por desgracia, son escasos. Des­de luego, yo saqué todo el partido que pude de éste, pues tanto Daniel como el cazador se creyeron que me había vuelto loco. … Tras todos esos meses de búsquedas y fracasos tenía un genuino poto dorado vivito y coleando en las manos y la emoción de la idea se me subió a la cabeza como el vino…Tras haber contemplado al animal silenciosa y reve­rentemente durante media hora... cubrí la jaula con un paño para que el sol no lo molestara y me alejé de puntillas”.

Y no es para menos:

Arctocebus calabarensis “es extraordinariamente raro, pues sólo se en­cuentra en las selvas del Camerún inglés y francés y ni siquiera aquí parece que sea muy corriente. Además, “ hacía mucho tiempo que el Zoológico de Londres quería alguno y nos habían pedido especialmente que tratáramos de conseguirles un espécimen” (“El Arca Sobrecargada”. Alianza Editorial. Página 171)

Esta escena del cazador fascinado (cautivado) por el animal cautivo remite, y no solo en la biografía de Gerald Durrell, a una especie de compulsión por capturar animales para poder verlos, conocerlos y tenerlos. Esta “zoomanía”, como él mismo la calificó en varias ocasiones - convertida en dedicación profesional a la captura y (re)colección de animales salvajes- se le manifestó por primera vez a los 2 años de edad. Y jamás le abandonó.

Pero el éxito del cazador (¿zoómano?, ¿zoólogo?) no sería completo si no lograra dar satisfacción a la curiosidad de los visitantes del Zoo de Londres, destino final de animal tan curioso. Ahora “sus” ranas peludas deben viajar desde la colonia a la metrópolis…

EL VIAJE A NINGUNA PARTE DE LAS RANAS PELUDAS (Trichobatrachus robustus)

“Mis ranas peludas se instalaron muy bien en su gran caja de hojalata y, tras numerosas cacerías nocturnas, aumenté su número hasta siete, todas machos con los más enmarañados lomos.

Durante muchas semanas removí cielo y tierra para encontrarles algunas hembras, pero todo fue en vano. Entonces, un día apareció en la galería una simpática anciana de unos noventa y cinco años, cargada con dos calabazas: una contenía una pareja de musarañas y la otra una gran rana peluda hembra. Fue la única hembra de la especie que conseguí obtener, por lo que le prodigamos el correspondiente cuidado y atención especial…

Durante todo el tiempo que las tuve conmigo en África y el largo viaje por mar hasta Inglaterra, las ranas se negaron tercamente a comer todos los tentadores bocados que les puse delante. Sin embargo, como estaban gordas en exceso, este largo ayuno no me preocupó demasiado, ya que la mayoría de reptiles pueden pasar períodos muy prolongados sin alimento alguno y sin que ello signifique un perjuicio para su salud.

Cuando lleel momento de abandonar Bafut y viajar al campamento base y de allí a la costa, coloqué a las ranas en una caja de madera poco profunda, cubierta de hojas frescas de banana. 'La caja tenía que ser poco honda porque de lo contrario las ranas, al asustarse, saltarían y se golpearían su delicada nariz contra la tapa de madera, lo cual no podían hacer en una jaula baja. Me causaron muchas molestias en el viaje desde Bafut y muchos momentos de ansiedad; en las tierras altas el clima es fresco y agradable, pero a medida que se desciende a los bosques de las tierras bajas, uno se siente inmerso en un baño turco y este cambio no gustó nada a las ranas. Cuando abla caja durante una de nuestras paradas, me horroricé al encontrar a todas mis ranas peludas en el fondo, exánimes y al parecer sin vida. Bajé corriendo a un barranco próximo y sumergí la caja en un río. El agua fresca revivió poco a poco a cuatro, pero tres habían alcanzado un punto irreversible y no tardaron en morir, así que me quedé con tres machos y la hembra…. Sin embargo, descubrí otro problema: no habían podido saltar ni estropearse la nariz, pero habían intentado escarbar en las esquinas de la caja, pelándose toda la piel de la nariz y el labio superior… Tuve que crear a toda prisa una nueva caja para ellas, también poco honda, pero completamente forrada por dentro, parte superior, fondo y lados, con una tela suave rellena de algodón. La jaula parecía una pequeña celda acolchada y en ella las ranas prosiguieron muy bien el viaje, porque tanto si saltaban como si escarbaban, no podían hacerse daño contra la blanda superficie. Manteniéndolas más secas que de costumbre, logré curar sus narices peladas, pero siempre conservaron unas pálidas cicatrices blancas sobre la piel

A pesar de ello, uno de los machos sucumbió, de modo que sólo llegaron al barco tres ranas peludas. La fresca brisa marina las revivió y parecían estar sanas, aunque muy delgadas a causa de su huelga de hambre, que continuó hasta que llegamos a Inglaterra y algún tiempo después de su instalación en el pabellón de reptiles del zoogico londinense. Tal como yo había hecho, el cuidador trató de tentarlas con toda clase de exquisitos bocados, pero ellas continuaron negándose a comer. De pronto un día, más o menos como un último recurso, les puso en la jaula varios ratoncitos blancos recién nacidos y, ante su sorpresa, las ranas cayeron sobre ellos y los devoraron como si los ratones fueran su comida favorita. A partir de entonces vivieron 'con esta dieta de mamífero, rechazando todos los alimentos propios de las ranas, como langostas y gusanos de harina. Parece sumamente improbable que en estado salvaje vivan exclusivamente de ratones recién nacidos, así que debe de ser que los ratones les recordaban el alimento que estaban acostumbradas a ingerir, aunque sigue siendo un misterio en qué consistía…”

Los ratones voladores (Idiurus) capturados en la misma expedición no tuvieron tanta suerte: ninguno sobrevivió. Sin duda G. Durrell aprendió mucho de tanta muerte. Aprendió, por ejemplo, lo que había que darle de comer a las ranas para mantenerlas vivas y así el público londinense pudiera admirarlas… El interés de los humanos por la vida animal (¿zoomanía?, ¿zoología?) es lo que tiene. Son gajes del oficio, sacrificios (de animales) necesarios por el bien de…¿de qué?, ¿de quién?.

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